Les resumo mi experiencia con un Volkswagen Polo Comfortline mecánico, modelo 2022, que tuve desde el pasado 3 de noviembre de 2021 y entregué con poco más de 6,000 km hace un par de semanas. Por puro capricho, lo cambié por un carro usado mucho más antiguo y más complicado, pero eso no importa.
Llegué a este Polo por simple disponibilidad: me cansé de buscar usados durante esos meses y encontrar carros en pésimo estado y gente deshonesta, así que preferí financiar una pequeña parte y sacar algo nuevo y para entrega prácticamente inmediata. Los trámites con la vitrina de Colwagen en Chía salieron sin drama alguno y el carro me lo dieron más o menos a las tres semanas. El proceso de entrega fue hasta bonito y si acaso ahí mismo pedí unos pernos de seguridad y de paso me encargué yo de calibrar las llantas (es normal que los carros los entreguen con presión de más).
Empecemos con lo bueno: conociendo el motor MSI con anterioridad, la opción ideal era la caja mecánica. Tal como el MPI al que se parece tanto, este 1.6 de 16 válvulas la verdad es que siempre me va a agradar por la curva de torque tan amplia y que lo hace tan elástico a lo largo del rango de revoluciones, no es un motor tan vueltero y de hecho no vale la pena llevarlo al corte de 6,600 rpm, pues desde unas 6,100 empieza a perder mucha energía. Así, en ciudad se puede ir en marchas largas sin colgarnos y sin que vibre el motor, si bien ayuda que siempre le puse gasolina Extra (el manual pide mínimo 91 octanos). Y no sobra comentar que siempre me agradó ese sonido ronquito tan distinto al tono genérico de tantos cuatro cilindros aspirados.
La caja Tiptronic de seis velocidades, pensada para motores más grandes, realmente mata el desempeño del MSI, pero con la transmisión manual (la clásica MQ200) de cinco velocidades el Polo es un carro ágil y satisfactorio dentro de sus limitaciones. La quinta no es excesivamente larga (no más de 40 km/h cada 1,000 vueltas) pero los tres primeros cambios tampoco es que sean tan cortos. Y el tacto de la caja en sí tiene cierta firmeza y precisión así los recorridos sean largos. El clutch largo y suave es perfecto para un carro del día a día, aunque en un par de ocasiones boté la segunda manejando de una forma un poco más extrema. Y en otro par de ocasiones pasé por error de segunda a tercera y no a primera estando la caja más caliente, pero eso también pudo ser impericia mía.
A diferencia del Virtus, el Polo usa la versión de distancia entre ejes corta de la plataforma MQB A0 (más como la europea que también utiliza un Ibiza, o la Nivus) y eso cambia muchísimo la experiencia de manejo y, de paso, aleja un poco la "tropicalización" así el Polo también se haga en la misma planta en Brasil. El Virtus además de una distancia entre ejes mayor o una suspensión más blanda, también tiene unas llantas de diámetro total mayor (195/65 R15 vs 185/65 R15 en el Polo), así que el Polo, sin esas modificaciones, es un carro de un andar un poco más rígido, pero también más ágil al cambiar de dirección y con una dirección de muchísimo mejor tacto (con la típica seguridad que cada vez menos transmiten los Volkswagen regionales). De este carro me sorprendió la capacidad para cruzar después de cruzar el Alto de La Línea ida y vuelta a un ritmo más bien alto, pues no me tocó tanto tráfico en el tramo que ya es de doble carril. También quedé satisfecho con el aguante, el agarre y el silencio de las Good Year EfficientGrip de fábrica. Y con todo y ese buen comportamiento, la robustez en huecos y la excelente altura ayudan en nuestras permanentes trochas, con la excepción de un deflector que sale del parachoques delantero y es fácil de rozar, aunque también parece previsto para eso. Si acaso hay que cuidar la presión de las llantas de atrás, pues el eje trasero no filtra igual de bien al delantero esos movimientos repentinos de las llantas en baches o divisiones mal hechas.
En conjunto, el Polo es un carro mejor al promedio de su segmento para viajar: es silencioso, la marcha no tiende a ser tan saltona y a velocidades de autopista no es tan sensible a los vientos laterales y mantiene un muy buen aplomo, una combinación buena si pensamos en que también va bastante bien en curvas más cerradas. Ayudan también unos asientos con un buen grado de firmeza sin pecar de excesivamente duros y que, en esta versión Comfortline, los prefiero en una tela de tres distintas texturas que considero más agradable a la fea cuerina plasticosa de las versiones Highline.
¿En qué peca? En donde precisamente entran a jugar los brasileños: el estándar de acabados en muchos remates es bastante menor al de sus primos lejanos los Skoda Fabia, con partes algo burdas en los bordes o un plástico del tablero gris que se me hizo fácil de pelar. A los 600 km ya tenía un par de ruidos que siempre fueron y vinieron en el empalme del tablero justo por la columna de la dirección y en algún lugar cerca al poste A en el lado del pasajero. Y si hacía frío, de paso sonaba mucho la chapa del baúl. Y hablando del baúl, el portón tocaba aventarlo con fuerza para que cerrara bien y de hecho era muy fácil que quedara entre-abierto por error. Y para abrirlo, dependo del control o de un botón en la consola central, no se puede abrir directamente desde el portón.
Venía hablándoles del manejo y ahí está el segundo gran defecto del Polo: sus frenos. Claramente no son los mismos de un modelo equivalente en Europa y así por capacidad de presión y aguante a la fatiga estén bien, los minúsculos discos delanteros se saturan con facilidad arriba de 120 km/h y a esas velocidades empiezan a vibrar casi que con hacer una fuerza moderada sobre el pedal. Ni le echo la culpa a las campanas traseras, pues no tienen que trabajar mucho.
Volviendo a lo bueno, destaco también el buen espacio en la segunda fila, la inusual virtud de unas salidas de aire para los pasajeros traseros aunque, eso sí, se vieron algo tacaños quitando las manijas del techo o las bolsas de aire de cortina, porque el carro tiene cuatro bolsas de aire, con las laterales delanteras cubriendo cabeza, pero sin las cortinas los de atrás quedan más expuestos. De la seguridad activa no tengo problema, el control de tracción habrá funcionado si mucho unas cuatro veces y dos fue porque pasando una rampa en diagonal, una llanta se alcanzó a elevar mientras aceleraba. Y el control de estabilidad me salvó esquivando un hueco en lluvia en nuestra lamentable "autopista" norte. El carro empezó a sacar la cola y el sistema entró a tiempo. El ABS solo lo utilicé una vez recién despegando el motor por el hecho de probarlo, ahí de paso me di cuenta que así el carro sea brasileño, no se ahorraron que los stops empiecen a parpadear en una frenada de emergencia.
Eso sí, este carro no tenía antiniebla trasera, pero sí unas exploradoras que alumbraban solas a cada lado al girar en esquinas o se encendían solas al conectar la reversa. No tengo mayor queja de las luces halógenas. Los dos viajes largos que hice con el carro fueron de noche y cumplieron bien.
En cuanto a consumos, en tráfico denso en Bogotá siempre estuve rondando los 40-41 km por galón de Extra. En carretera según el tipo de vía estaba entre los 55 y los 65. El último tanque lo mezclé con corriente (80 de Extra y rellenar lo demás con bajo octanaje) y aún a la altura de Bogotá el motor se volvió más ruidoso, el consumo aumentó y perdí respuesta. Lo triste es que la mayoría de carros de estos en la ciudad van a funcionar con full corriente, ni modo.
Ya pasando al equipamiento, la configuración la verdad se me hace muy inteligente: apertura y cierre manos-libres en las dos puertas delanteras, espejo interior de oscurecimiento (aunque el borde externo quedaba sin ese efecto), una pantalla táctil de fábrica con integración de smartphones (nada de horrorosas adaptaciones locales) o un retrovisor del pasajero con función tilt-down al parquear. No había sunroof y nunca me hizo falta, pero el carro tenía detalles funcionales interesantes, como los mencionados o hasta un bolsillo para smartphones en la parte de arriba del espaldar del asiento delantero derecho.
El Polo en general fue un buen carro para el día a día, voy a extrañar su practicidad, su discreción, su buen aprovechamiento interior, su eficiencia y un manejo bueno en general. La adaptación o regionalización de la planta brasileña no mandó al traste toda la experiencia, pero sí llegó a afectar calidades o los mismos frenos. Fue grato encontrar un carro competitivo si partimos de lo que ofrecen equivalentes como el Swift Mild-Hybrid o el Mazda2, con virtudes distintas y que en conjunto priorizan otros aspectos.