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El Condensador de Flujo http://automovilescolombia.com/foros/temas/algo-de-humor.419/page-133#post-81603 )
A propósito del pasado y el futuro, aquí llega:
El Condensador de Flujo 2
Martín esta a punto de terminar la jornada de trabajo. Son las 4:25 de la tarde del viernes 16 de mayo de 2036 y se encuentra terminando sus labores en el túnel B de la primera línea del Metro de Bogotá. Piensa en las cosas que deberá comprar al salir de su trabajo como obrero tunelador. Tiene la lista de compras en su mente: Una bolsa de leche congelada, tres botellas de agua, dos rollos de papel higiénico, cuatro latas de atún rallado y un jabón. La sonrisa en su rostro parece iluminar el túnel oscuro en el que trabaja, se siente afortunado porque la quincena le alcanzará para comprar tantas cosas y, al mismo tiempo, fantasea con la alegría con la que Yuranis, su esposa, lo recibirá en su hogar. Ella es empleada de la Secretaría Distrital para la Felicidad Popular y gracias a su cargo en esa Entidad, fueron favorecidos con uno de los apartamentos en el barrio Los Rosales, los cuales habían sido expropiados a las "clases burguesas" por la Administración Distrital hacía más de un lustro.
A las 4:30 p.m. la alarma que anuncia la finalización de la jornada laboral se escuchó en todo el túnel. Los obreros, operarios de máquinas, ingenieros y demás personal, se apresuran a salir, saben que a medida que oscurece la ciudad se hace más peligrosa y es más difícil movilizarse hacia sus casas. Pero el afán de Martín tiene otro componente, debe correr para llegar a la fila que cree garantiza el ingreso al supermercado y que debería estar lleno de productos, entre los cuales se encuentran los que necesitan él y su esposa.
Son las 5:50 p.m. y Martín ya se encuentra próximo a entrar al almacén, cuando de repente un empleado de este sale y anuncia: “les pedimos disculpas a todos y todas nuestros y nuestras clientes y clientas camaradas, pero les informamos que hemos llegado al máximo de productos permitidos para la venta el día de hoy. No podremos continuar autorizando el ingreso de más personas. Por favor regresen mañana para tener el gusto de atenderlos y atenderlas y que muchas gracias!” Martín, al igual que el resto de clientes en la fila, más que enojo, le invade una sensación de impotencia que casi al instante se transforma en resignación, nadie grita, nadie protesta, nadie chifla, simplemente la fila se disuelve en la fría oscuridad mientras se escuchan murmullos entre aquellos que dicen saber en dónde siguen vendiendo cosas a esa horade la tarde. Martín los escucha, pero decide que es mejor regresar a su apartamento, es consciente de que una vez más tendrá que conformarse con agua de la llave y algo de las sobras del almuerzo insípido que le fue proporcionado por la empresa constructora del Metro. Sin embargo, esa sería la mejor decisión de su vida.
Al llegar a la entrada de su edificio, Martín se encuentra con un hombre. “Buenas noches”, saluda el desconocido, “si, buenas”, respondió sorprendido Martín. “¿Usted vive aquí?”, preguntó el hombre, y sin dar tiempo para responder dijo, “Soy funcionario de la Administración Nacional de Correos, estoy aquí para entregar un paquete que lleva más de 80 años en nuestras bodegas y busco a su destinatario, podría usted por favor ayudarme? La dirección del destinatario corresponde con esta, pero no hay portero en el edificio para preguntarle por el nombre del destinatario”. Martín, temeroso de que fuera un truco para atracarlo, llevó su mano derecha al bolsillo de su pantalón, donde guardaba su cuchillo de defensa personal. “Déjeme ver el nombre”, dijo Martín, apretando secretamente el cuchillo dentro de su bolsillo, listo para usarlo ante el menor movimiento ofensivo, e inclinándose con cautela hacia el mensajero, leyó el nombre y con un tono serio, tratando de disimular su desconcierto dijo “no lo conozco, pero la dirección corresponde con mi domicilio”. Y era cierto. Con evidente impaciencia el mensajero dijo, “eso es suficiente para mí, mire señor, tengo al supervisor de mi oficina observando todo el procedimiento de entrega a través de las cámaras de vigilancia en los postes de luz de la cuadra, me están evaluando; por favor si lo que me dice es cierto reciba el paquete y firme esta acta de entrega”. “¡¿Qué?!”, preguntó Martín, “¿usted está loco? ¿Quiere que reciba un paquete que no va dirigido mí y a esta hora de la noche? ¡Eso podría contener una bomba!” “¡Caballero, le dije que este paquete lleva más de 80 años en nuestras bodegas, si tuviera una bomba ya habría estallado!”, dijo con más impaciencia el mensajero. “¿Y por qué han mantenido ese paquete durante 80 años sin entregarlo?” preguntó Martín, “hasta donde me han explicado, la dirección de destino no existía y además, tiene esta nota adherida en su costado que dice “Para su entrega en el año 2010”; después de la Revolución, el Estado quiso limpiar todas las bodegas de la Administración de Correos, encontraron el paquete en un armario y algunos funcionarios hicimos una apuesta, yo aposté a que podía encontrar al destinatario”, explicó el mensajero. “¿No creen que es muy tarde para entregarlo, 26 años después de lo que dice la nota?”, preguntó Martín con ironía, “quizás, pero usted sabe cómo funcionan las entidades del Estado, antes o después de la Revolución, siempre han sido iguales. Por favor, recíbalo y firme; el dinero que reciba por ganarme la apuesta me ayudará a vivir mejor durante dos meses.”, respondió el mensajero alcanzándole el paquete a Martín, quien, sacando su mano del bolsillo, lo recibió y firmó la entrega. “Sizas, muchas gracias camarada, que el espíritu de nuestro Comandante Petro lo siga iluminando”, dijo el mensajero despidiéndose muy contento mientras Martín lo observaba incrédulo.
Con el paquete en sus manos, Martín piensa en que la historia del paquete y el mensajero lograría distraer a su esposa, evadiendo el problema que representa el no haber conseguido los víveres que necesitan. Al entrar en su apartamento, Yuranis, desde la habitación, lo saluda de manera muy escueta, sin levantarse de la cama en la que se encontraba acostada, en sus pensamientos se anticipa a las malas noticias que le pueda traer su esposo, lo cual la indispone hacia él, gritándole a continuación “!si no trajo al menos el atún o el papel higiénico, mejor ni se atreva a entrar, estoy mamada de comer sobras y de limpiarme el culo con hojas de cuaderno!” A lo que Martín, muy disgustado y profundamente decepcionado, le responde “¡Pues coma mucha mierda vieja desgraciada, quédese sola aguantando hambre!” Y saliendo enseguida del apartamento con el paquete en sus manos, decide dar fin al misterio de este. Lo observa, se da cuenta que efectivamente parece muy antiguo pero conservado, como si alguien lo hubiera guardado para entregarlo en la fecha que fue señalada al momento de su envío en el año 1955. Martín sacude ligeramente el paquete, es liviano, tan grande como una caja de zapatos, está envuelto en varias capas de papel, las cuales rasga cuidadosamente. Finalmente, lo abre, es una caja pequeña que contiene una carta y una cajita amarillenta. Movido por una curiosidad natural, antes de leer la carta decide abrir la cajita, encontrando lo que parecen ser un par de llaves.