El hombre despertó aquella mañana con un guayabo y un tufo ni el HP.
La noche anterior se había pegado una emparrandada por fuera de su casa, y bebió como un loco, de modo que ni siquiera se acordaba como había vuelto a su casa.
Preso de una jaqueca lacerante, dolidos todos los músculos del cuerpo, la garganta mas reseca que lengua de loro, en la boca un sabor a cobre y a vinagre de los peos y la cagadita ni paqué hablar, tenia miedo aún de abrir los ojos, pues lo aguardaba de seguro la cólera de su mujer. La señora se ponía como un demonio cuando su esposo llegaba en tal estado, y así, salir de la recamara era para él como salir de la celda para ir a la sala de ejecución.
Abrió los ojos como pudo, y lo que vio lo dejó maravillado.
Sobre la mesa de noche estaba una pequeña hielera llena de cubitos de hielo con dos cervezas heladas. Al lado había un par de Alka-Seltzers y un vaso de agua. Recargado en el vaso estaba un sobrecito color de rosa, perfumado.
El tipo, anonadado, abrió el sobre y en su interior halló un recado que decía:
"Amor mío, vida de mi vida: Perdona que no este aquí para atenderte. Salí un momento, pero regreso al rato para estar contigo. Te he dejado estas
cosas sobre la mesita para que alivies el malestar que quizás sientas tras de la diversión de anoche, diversión que -lo comprendo- necesitas por las
tensiones del trabajo. Te he preparado tu sancocho trifásico, que te espera en el comedor. Le pedí a nuestro hijo que te lo sirva y que este pendiente de
ti para lo que se ofrezca. Te dejo un beso, y con él, todo mi amor. Tu esposa que te adora".
El hombre no daba crédito a sus ojos.
Bebió con deleite las dos cervezas, hizo sus abluciones matutinas, se vistió y bajo al comedor. Ahí, en efecto lo esperaba su hijo, que lo saludó con cariño
y le sirvió el sancocho preparado por su madre. Se lo comió en silencio el asombrado tipo. Que estaba sucediendo? Soñaba acaso? Era aquello una vana ilusión de los sentidos? Se atrevió a preguntar con timidez:
"Qué paso anoche, hijo?".
Relata el muchacho:
"Llegaste a las 3 de la mañana y venias en completo estado de ebriedad. Chocaste el carro en la puerta del garaje; le diste una patada al gato; te vomitaste en la sala y arruinaste la alfombra que mi mamá acababa de comprar. Luego te caíste en la escalera y ahí quedaste inconsciente.
Tuvo que despertarme mi mamá para que la ayudara a llevarte a la habitación y ponerte en tu cama".
"Entonces" pregunta el señor, aturrullado, "Por qué todo esto? Por qué las cervecitas, y el amoroso sobrecito, y el sancocho, y todas estas atenciones?".
Responde el muchacho:
"Porque mamá te iba a desvestir en la cama, y cuando empezó a bajarte los pantalones tu dijiste:
¡Quieta perra hijueputa que yo soy casado!"