Una larga fila esperaba en el Tayrona, casi todos los carros de Bogotá, y uno que otro paisa o barranquillero, al tener reserva entramos saltando la fila afortunadamente, la entrada al los parqueaderos del Tayrona es una inmunda trocha algo agreste, hay un pequeño río que tocaba cruzar, nos bajamos para evitar que después el pobre Lancer se enterrara, eso sí, de profundidad era menos grave que algunas inundaciones bogotanas.
Empieza la caminata a Arrecifes, donde acamparíamos:
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Ya uno se empieza a sentir relajado, sin el humo de ciudad, sin el ruido de las busetas, que incluso en Santa Marta, que además está plagada de motos imprudentes, es estresante para transitar, pues no se podía voltear medio centímetro ni dar una esquina porque de la nada salían como moscas motos pitando y atravesándose.
Pero sigamos con esta bonita selva, hace unos años no venía, lo veía todo muy parecido y como lo recordaba, si acaso era más acusada la presencia de la mierd$ de las mulas y los caballos que transportaban el equipaje, unos policías de puros montadores le pedían la cédula a unos egipcios que pensaban que les pedían el celular.....
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Llegamos tras unos 45 minutos de caminata, a montar las carpas, y a percatarnos de que mi hermano dejó la sobrecarpa de lo que sería la carpa "bodega" de la comida y las maletas, la solución a la criolla fue esta, después pusimos una toalla:
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Arrecifes se ve algo más elaborado, se nota más orientado al turista y no al aventurero, los planes pueden ser para distintos presupuestos, en nuestro caso era más guerrero y nos hacíamos nuestra comida (el restaurante es carísimo, se cobra la comida por tener que cruzar la selva, lo consideramos una especie de impuesto, lo mismo las compras en general).
Después de tener montado nuestro campamanto salimos directo a las playas:
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Hay tanto estas playas agresivas no aptas para el baño como otras donde mucha gente va como la piscina natural o el Cabo San Luis, por nuestro lado encontramos el último día una playa a la que nadie iba y reultó ser muy agradable, por estaar ausente de turistas y por la tranquilidad del agua:
Si no estoy mal se llama Playa del puerto y se accede a través de un pequeño camino alterno en la entrada del Cabo:
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Acá ya habían llegado las otras 5 personas a completar el campamento. Los vecinos del campamento que ya se iban eran muy amables y nos dejaban algo de comida o nos heredaban accesorios como una tabla y unos troncos para hacer una mesa, es un compañerismo muy agradable, no está permitido hacer fogatas.
Después de cuatro noches de aguante y relajación tocó el viaje de vuelta.
El carro durmió a la sombra y con un protector en el parabrisas de esos que a uno le dan de cortesía en la aseguradora, así que no era un horno móvil, a lo largo del viaje salió una que otra hormiga que cogió el carro de hogar.
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Acá otra colombianada:
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Salimos a las 10 y media de la mañana del parque, un viaje muy pesado, vimos un horrendo accidente de un carro-tanque volcado a un lado de la vía, nos cogió la noche en el Cesar y el ritmo bajó a unos 100 por hora, llegamos vueltos mi$"·% a Honda a las 11 y 40 de la noche a quedarnos en una casa de un conocido, para salir al otro día a Bogotá. El viaje desde Honda fue más relajado y la última foto desafortunadamente fue esta, antes de La Vega:
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En el viaje se vivió la clásica experiencia del imprudente al volante, el típico HP que cuando uno va a adelantar acelera o que cuando uno se sale del carril no da espacio para meterse, el peor susto fue un tetrahijodelagranput% que casi nos saca del camino, en una parte sin berma nos lo encontramos adelantando en plena curva, mi hermano orilló el carro lo más que pudo y casi salimos por el borde de la vía, estuvo bastante cerca, en general nos pasó eso con camionetas.