Hoy después de muchos años presenciamos un accidente en carretera, en vivo y a pocos metros. Delante de nosotros iba un carro, y delante de éste un señor en una moto. El señor de la moto llevaba en la parrilla un bulto, como de concentrado para aves. Estaba lloviznando, por lo cual íbamos despacio todos. Tráfico en ambos sentidos. En una curva cerrada hacia la derecha, venía una tractomula en sentido contrario, por su carril.
Lamentablemente el motociclista perdió el control, quizá por el asfalto mojado y el peso que llevaba. Impactó el costado de la tractomula a una velocidad relativamente baja (no más de 30 kph tal vez), con tan mala fortuna que dió de frente contra un guardabarro (de lata) de la tractomula. El impacto le produjo una cortada terrible en el cuello y el hombro, y aunque recuperó la consciencia e intentaba levantarse, estaba perdiendo mucha sangre. Todos le insistíamos que no se moviera. A unos cincuenta o cien metros más adelante había un retén militar, y los soldados se acercaron a ofrecer ayuda.
Nosotros continuamos el viaje, aprovechando que estábamos de segundos en el trancón. Ya no podíamos hacer más.
Suena a cliché, pero realmente uno ve pasar la vida frente a sus ojos. Todo el viaje y hasta ahora nos preguntamos qué pasaría con el señor.