De lo que recuerdo del Alto que en su momento nos gozábamos con un amigo es que no comía nada de gasolina (10.000 duraban toda la vida) y aguantaba toda la pata de este mundo y un poco más. De ahí en adelante, la insonorización era entre nula y menos nula, la circunvalar era un deporte extremo porque ya se sentía al límite yendo a 80 y era brincón como el solo. Si los dos únicos carros que quedaran en el mundo fueran ese y el Campus, creo que me iría por el Clio, que es una receta igual de probada pero con al menos algo de refinamiento. Igual faltaría manejar este K10.
Y son libres de acabarme, muchachos.